Jesús solía decirles a sus discípulos una y otra vez:
Si tienen oídos, oigan.
Si tienen ojos, vean.
Lo dice muchas veces, como si las personas no tuvieran oídos y ojos.
Y ésa es también mi experiencia:
todos ustedes tienen ojos, pero muy pocas personas son capaces de ver; todos ustedes tienen oídos, pero es raro, muy raro, encontrar a una persona que sea capaz de oír, porque simplemente oír las palabras no es oír y simplemente ver las figuras no es ver.
A menos que veas el significado, el contenido, a menos que oigas el silencio que es el alma de las palabras, no has oído.
Hay que escuchar en profundo silencio, en profunda agnosia.
Recuerda la palabra de Dionysius, agnosia:
un estado de no saber.
Si sabes, tu conocimiento mismo es una perturbación:
no puedes oír.
Por eso los eruditos, los académicos, son incapaces de oír:
están demasiado llenos de basura.
Sus mentes están continuamente parloteando dentro de ellos.
Puede ser que estén recitando shastras, escrituras, pero no hace ninguna diferencia; lo que está sucediendo por dentro no tiene ningún valor.
A menos que estés en completo silencio, ni siquiera un pensamiento moviéndose dentro tuyo, ni siquiera una pequeña onda en el lago de la consciencia, no podrás oír.
Y si no puedes oír, entonces todo lo que tú pienses que oyes va a estar equivocado.
Así es como Jesús fue mal entendido, Sócrates fue mal entendido, Buda fue mal entendido.
Ellos estaban hablando con mucha claridad.
Es imposible mejorar las afirmaciones de Sócrates; sus afirmaciones son muy claras, casi perfectas, casi tan perfectas como puede serlo el lenguaje.
Las afirmaciones de Buda son muy simples, no hay en ellas ninguna complejidad, pero aun así surgen malentendidos.
¿De dónde provienen estos malentendidos?
¿Por qué todos los grandes profetas, los teerthankaras, los grandes maestros iluminados, han sido mal entendidos a lo largo de los tiempos?
Por la simple razón de que la gente no puede oír.
Tienen oídos, en consecuencia piensan que son capaces de oír.
No son sordos, poseen el instrumento para oír, pero por detrás de sus oídos hay mucho ruido y sus mentes están detrás de sus oídos para interpretar lo que se está diciendo, para comparar, para analizar, para argumentar, para dudar...
Ellos se pierden en estos procesos.
OSHO
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